ATHILA
Quiero en este relato transcribirla como agradecimiento infinito a un amigo inolvidable;
"Empiezo cuaderno y además en un momento triste, impotente, desgarrador. Desde lo que se siente por la pérdida de un amigo, un compañero, confidente, cómplice, protector, pañuelo de lágrimas… la ausencia eterna de un vínculo especial, que surgió y nació en unas circunstancias muy significativas de mi vida. Ha sido una tarde para la reflexión, una noche también. Recordando aquel 29 de agosto del 98 en el que por casualidad, renegando de la raza (un boxer!!!), cayó en mis manos un cachorrito indefenso de 10 días. Cuatro días después y tras un año para olvidar, me dieron mi sentencia de separación. Ambos empezábamos una nueva vida, un camino difícil, duro, intenso, desconcertante… un camino que se empezaba con un deplorable estado físico y anímico por mi parte.
Era como un bebé, biberones cada tres horas, tantas y tantas confidencias en cada uno de ellos!!! Me buscaba constantemente con ese ronroneo tan característico que tienen los cachorros. Se las apañaba siempre para irse colocando cerca de mi corazón, buscando unos latidos débiles, no daban para mucho más, y se dormía. Me quedaba mirándole, acariciándole durante horas, sabiendo fehacientemente que, a partir de aquel momento ya nada más que podría contar con él. Todo lo que había fuera no era más que gentuza intentando hacer leña del árbol caído. Muchas de las cosas que hasta entonces había ido perdiendo por el camino, gracias a aquella bola de pelo, que a veces conseguía sacarme de quicio rompiendo todo lo que pillaba a su paso, otras en cambio me lo habría comido a besos, volví a recuperarlas.
Empecé a dormir en mi habitación, despegándome de mis hijos con los que llevaba mucho tiempo. Aunque el pequeño se colaba muy a menudo, aún así los fines de semana en los que todavía se respetaba el régimen de visitas, o las vacaciones… aquellos días en los que me quedaba sola en aquella casa tan grande, no hubiera sido posible sin la compañía de Atila. Empecé a volver a tener confianza y seguridad en mí, a salir a la calle con su inseparable compañía, contarle cosas que nunca antes habían salido de mi corazón. He depositado en él millones de confidencias, secretos, sentimientos, penas, alegrías, caricias, abrazos, risas, lágrimas, cabreos… sabiendo que sería el amigo más fiel de cuantos encontrara en mi camino, por lo menos en aquella época. Un baúl sin fondo, herméticamente cerrado. Nunca le ha importado cargar con mis platos rotos, nunca un mal gesto. Un pañuelo incansable que ha sabido siempre en qué momentos necesitaba consuelo. Un compañero de veladas al borde del abismo, de noches de insomnio, de paseos inseguros convertidos en una obligación de no encerrarme en un mundo oscuro, de navidades y cumpleaños deprimentes en los que hemos compartido momentos melancólicos de tiempos pasados en los que todo era diferente.
Siento que se me escapa de las manos un soporte, un apoyo, una alegría constante cuando entras en casa. Alguien fiel a más no poder, a él nunca le ha importado si soy guapa, fea, tonta, lista, culta, inútil, gorda, flaca, simpática, borde, uraña, moral, inmoral, honesta, humilde, prepotente, ladrona, trabajadora, vaga, buena, mala o peor. Siempre me ha querido tal y como soy, sin reprocharme nada, solamente a cambio de alguna caricia voluntaria y un sustento que él sólo no se puede procurar. Si pudiera hablar, expresarse, no creo que nadie más que él tenga la información suficiente "on line", para ir contando los peores años, paso a paso, minuto a minuto… duele mucho pensar que sólo hemos podido compartir muy poquito tiempo de los mejores momentos. De los que da una nueva vida. Celoso de mí, nunca ha consentido que nadie me alzara la voz, siempre alerta, avisando con sus gestos, reacciones, movimientos de quien viene o no de buena fe. Siempre instintivamente ha acertado en sus intuiciones. Sé que me adora, al final su vida ha sido entera para mí, la ha compartido conmigo 100%. Vacaciones de relax, salidas desesperadas en busca de respuestas a interrogantes que creaban demasiada intranquilidad, conversaciones infinitas en el coche, en el campo, viajes amargos a un no sé dónde, otros inolvidables y muy, muy especiales.
Siempre, toda mi vida, en casa ha habido perro. A todos los quise, por todos lloré desconsoladamente cuando faltaron, pero puedo asegurar que por ninguno he sentido esta desazón tan desgarradora, inconsolable. Con ninguno de ellos tenía esta relación, osaría decir y catalogarla casi de unión espiritual. La cultura india es especialista en unir alma-hombre-animal. Las vivencias, las circunstancias de mi vida en las que él entró, son, eran demasiado especiales y gracias a Dios irrepetibles. Encontré un bastón, un amigo necesario, un apoyo incondicional, una compañía encantadora. Sé, lo intuyo que el tiempo se agota, estamos compartiendo el final de la historia, escribiendo sus últimos renglones. Su mirada a veces perdida, me dice que se va, casi me pide "perdón" por abandonarme, por dejarme en la estacada, por no seguir velando, protegiéndome y cuidándome como hasta ahora, incansablemente. Odio perderle cuando nuestras conversaciones empezaban a tomar un tono esperanzador, ilusionante, feliz, sereno… cuando todo lo que puedo decirle de mi vida actual es bueno, siento que se haya comido toda la mierda y se pierda lo bueno. Que no me vea por fin!!! Feliz y no compartir esos momentos con él, se los debo, los merece por muchos otros que no lo fueron.
Sé que la mayoría de la gente, me tacharía de loca e inconsciente por este amor a un perro, casi como se ama a un hijo. No sé si estoy loca, equivocada, sólo sé lo que siento y lo que un animal sin importancia para muchos significa en mi vida. No quiero verle sufrir, y sé por experiencia que es lo mejor para los dos. Trato de evitar imaginar ese momento y sin embargo, no puedo, le acompañaré hasta el final con mis caricias, esas que tanto busca y que el encantan, intentando recompensarle mínimamente de todo lo que él ha aportado a mi vida, seguramente sin saberlo y sin ser consciente de ello. No ha sido un animal de compañía, ni una mascota, ha sido un amigo irrepetible que en un día comenzó una terapia conmigo haciéndome sonreír, caminar iniciando una recuperación lenta y dolorosa, dándome en cada momento lo que necesitaba sin pedírselo."
No sé si Atila tuvo un bello morir, no sé siquiera si eso existe, lo que sí puedo asegurar es que lo hizo en mi brazo, recostado, tranquilo y confiando en mí, una vez más de tantas veces. Fue un momento difícil, duro, me da la impresión de que una parte de mí se la ha llevado. Se la ha quedado él. Una parte que murió con él. Es posible que su papel en esta vida fuera el que fue, por lo que sea había llegado a su fin. Creo que lo más duro de todo fue llegar a casa, pasar por el parque en el que tantas veces habíamos jugado, ver su plato, la cama, la comida, su cojín, sus juguetes… y lo peor, cuando empiece a salir por allí, y todo el mundo " ¿y Atila dónde le has dejado?". La gente no está acostumbrada a verme sola. Cuando vaya a por el pan, a la farmacia, al ciber y me parezca que está incasable y paciente esperando en la puerta. ¡Qué vacío más grande! Esta noche me he sentido muy sola, sin nadie a quien echar la bronca por los ronquidos, sin nadie con quien hablar cuando me despierto y me quedo fumando un cigarro, sin que venga una y otra vez a ver si estoy en la cama. Siempre vigilando y cuidando de que todo esté bien, sin nadie a quien contar mis aventuras de cada día, aventuras y desventuras como Zalacaín.
En cada esquina, por el parque, por la calle, en casa, siempre me parece que va a aparecer con su juguete en la boca, provocándome como sólo él sabía hacerlo. Una buena amiga me dijo: "Algunas flores sólo viven unos cuantos días; todo el mundo las admira, las cuida y las acaricia, como a señales de primavera y esperanza. Después mueren, pero han hecho su función." Atila se ha ido porque ha cumplido su trabajo. Espero que por ahí haya un cielo para ellos, que desde allí siga cuidándome y no se enfade demasiado porque…. Tengo otro Boxer, con mes y medio, que es irresistible y como todos los cachorros, malo, travieso, maleducado e insolente. ¡Estaré ocupada en meterle en vereda! Ninguno sustituirá a Atila, pero también Ares (Dios griego de la guerra), tendrá su significado a mi lado, quizás compartir momentos de una etapa, una aventura que deseo con toda mi alma que sea larguísima, intensa y a poder ser eterna. Una aventura que también se convierta en especial, inolvidable e irrepetible.
ALDEBARAN